domingo, 19 de julio de 2015

AVANZA 210


Salió AVANZA 210
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- 8º ANIVERSARIO de la desaparición física de José Pedro Cardoso
- Las cosas tienen un principio “Daniel Martínez  Intendente de Montevideo”
- A BOLIVIA DE EVO Y LA QUE SOÑÓ EL CHE
- La deuda griega y sus enseñanzas
- LAS VECINAS Y SU COMENTARIO QUINCENAL

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sábado, 18 de febrero de 2012

¿Certificando la contaminación?

El modelo de extranjerización de tierras y el creciente desarrollo de cultivos no tradicionales y altamente contaminantes que ha llegado hasta las puertas mismas de cualquier pueblo del interior del país, vienen ocasionando una creciente problemática que ha la larga tendrá un costo social mucho mayor que las ganancias reales que con el tiempo quedarán para nuestra población.
   Un ejemplo lo es el Estado de las rutas nacionales por donde transitan los camiones que llevan la madera para las plantas de  celulosa, las cuales hay que prácticamente hacerlas de nuevo con un costo económico muy alto para el país.
   Por otro lado todos sabemos que nuestras tierras y fuentes hídricas se están contaminando a pasos agigantados, como también lo sabe el gobierno que instrumenta nuevas medidas como ahora pretende hacerlo con la soja, algo que será totalmente ineficiente y engañoso tal cual lo señala el siguiente artículo que con el título de “Contaminación sustentable certificada”, publicó RAPAL Uruguay – UITA en enero 2012. *

“Se ha conocido recientemente el interés de que los productores de soja transgénica certifiquen su producción. Se hará a través de la Asociación Internacional de Soja Responsable (RTRS, por su sigla en inglés) con apoyo y participación del Estado.
Empresas agroindustriales, ONGs y algunos organismos del Estado han participado en negociaciones con el objetivo de unificar criterios para la certificación de la soja. Entre otros: la Dirección General de Recursos Naturales Renovables (RENARE), dependencia del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP); Agronegocios del Plata (ADP); Cargill; Alcoholes del Uruguay (ALUR, empresa agroindustrial de la petrolera estatal ANCAP, con un 10 por ciento de participación de la petrolera estatal venezolana PDVSA); Asociación Uruguaya pro Siembra Directa (AUSID); Federación Uruguaya de Grupos CREA (FUCREA, federación que agrupa a los grupos CREA, generalmente integrados por pequeños propietarios, en todo el país); Erro (empresa comercializador a de granos, semillas, agrotóxicos, logística y servicios); Fundación Ecos (asociación civil sin fines de lucro); Los Grobo/ADP (empresa agroindustrial, gran productora de soja, con sede en Argentina y actuación en ese país, Brasil y Uruguay); representantes del LSQA (Laboratorio Tecnológico del Uruguay -LATU- y Sistemas Quality Austria) y Campo Afuera. (1)
Por su parte, RTRS son las siglas de la Round Table on Responsible Soy (conocida en español como Asociación Internacional de Soja Responsable) e integrada por los principales actores en la cadena de la soja. Fue fundada en Suiza en 2006 y su Secretariado Ejecutivo está radicado en Buenos Aires. Además de su variopinta integración, cuando se observan las normas y el proceso de certificación establecidos por la RTRS, claramente se percibe que se trata de un oxímoron: “certificar lo incertificable”.
Para comenzar, el estándar RTRS se caracteriza por ser neutro e incluyente. Certifica cualquier tipo de soja, ya sea esta transgénica, orgánica o convencional y es aplicable tanto a grandes como a pequeños productores. Con esto, se pretende dar la idea de que los tres cultivos son iguales, como iguales son pequeños y grandes productores.
La RTRS justifica su existencia en la “preocupación de sus miembros por la necesidad de una certificación que garantice una soja responsable”. A continuación transcribimos y comentamos esas seis inquietudes. (2)
1.- “Existencia de sistemas de producción de soja con base en prácticas agrícolas no sostenibles que puedan generar erosión y contaminación de suelos y aguas”.
Consecuencias que han sido ampliamente discutidas tanto en el ámbito internacional como nacional. En 2010, la Dirección General de Recursos Naturales Renovables (RENARE) de Uruguay, presentó un “Plan de uso y manejo de suelos” a partir de la constatación de que se estaban erosionando grandes extensiones, sobre todo por el cultivo de soja transgénica, el mayor cultivo del país. Si ya existe un Plan elaborado por un organismo del Estado, ¿es necesaria una certificación privada para que ese Plan se cumpla? Si los que certifican son una minoría de los productores, ¿la mayoría podrá continuar erosionando y contaminando impunemente?
2.- “Uso irracional de agroquímicos”.
Sería importante que la RTRS aclarara, ya que admite que hay un uso “irracional” de agrotóxicos, ¿cuál es su uso “racional”? Además de ser producida en régimen de monocultivo -ya de por sí “no sostenible”- la soja transgénica demanda el uso masivo de agrotóxicos. Su característica transgénica la dota de tolerancia al glifosato -un herbicida que cada vez se utiliza en mayores dosis debido a la resistencia que adquieren las hiervas no deseadas- además, se le aplican insecticidas y funguicidas, generalmente mezclados, con el resultado que se potencian entre sí. La soja transgénica, especialmente la variedad RoundupReady (RR) de Monsanto (compañía que es miembro de la RTRS) normalmente nunca podría figurar como racional, responsable o sustentable.
3.- “Pérdida de biodiversidad y deforestación asociada a la producción agrícola-ganadera”.
Algo que también a nosotros nos preocupa. Nuestro país ha tenido -y sigue teniendo- un importante menoscabo de su biodiversidad como consecuencia del monocultivo y el uso de agrotóxicos: flora y fauna destruidas, montes nativos eliminados, es parte del precio que se paga por cultivar soja destinada a la exportación.
4.- “Riesgos para la salud y la seguridad de los trabajadores”.
A cuenta de mayor cantidad, nos gustaría se nos respondiera a una simple pregunta: ¿Cómo la RTRS controla las medidas adoptadas para eliminar estos riesgos? Nada se dice sobre cómo se monitoreará el cumplimiento de estos criterios. Si existe el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, con su Inspección General del Trabajo y de la Seguridad Social, si el país ha ratificado el Convenio 184 de la OIT, ¿es necesaria la certificación para que estos riesgos se controlen?
5.- “Relaciones de los productores de soja con las comunidades que los rodean (en algunos casos, la existencia de conflictos sociales).
Las comunidades cercanas a los cultivos de soja son afectadas tanto por las fumigaciones aéreas, como por las terrestres mediante “mosquitos”-vehículos aplicadores de químicos que llegan a “pasearse” por ciudades y poblados- según surge de las denuncias originadas en distintos puntos del país. Las medidas adoptadas por el Estado, cuando existen, no son suficientes y en la práctica son los dueños o los arrendatarios de los campos quienes “hacen la ley”. Las protestas, denuncias y movilizaciones ciudadanas frente a las graves consecuencias para su salud provocadas por las fumigaciones, no se acallarán con certificaciones.
La certificación: un engaño a ojos vistas.
La RTRS argumenta que con su certificación se benefician: grandes productores (El Tejar, Los Grobo, Grupo André Maggi, etc.); compañías que controlan las semillas (Nidera, Louis Dreyfus, etc.); supermercados europeos (Mark & Spencer, Carrefour, etc.); transnacionales que controlan los alimentos para animales (Nutreco, Cargill, Bunge, etc.) y los alimentos para humanos (Unilever, Nestlé, Danisco, etc.); productores de agrocombustibles (BP, Shell, etc.) y algunos grandes bancos internacionales (International Finance Co., Santander, etc.).
¡ Y es precisamente por eso -y porque conocemos bien a algunos de esos actores- que no confiamos en esta certificación! Además, como muchos de ellos son a su vez miembros de la RTRS, la transparencia en el otorgamiento de la certificación es más que discutible.
Cuando el 14 de noviembre de 2011 se realizó la Primera Jornada de la RTRS en Uruguay, además de un representante de la misma, habló Fabián Martínez, Gerente de Compras de Commodites América de Unilever, quien manifestó el interés de la empresa en adquirir materias primas 100 por ciento sustentables y que por lo tanto apoya la certificación de soja responsable. Como dato interesante, hay que señalar que Unilever integra el comité ejecutivo de RTRS. También habló Justo Domínguez, director ejecutivo de Caldenes S.A., empresa agrícola argentina que piensa certificar unas 10.000 hectáreas de soja, toda transgénica, por supuesto.
Las empresas que adquieran soja certificada RTRS estarán autorizadas a utilizar este logo
La sospechosa flexibilidad de la certificación RTRS
La aplicación del estándar RTRS se realiza según las características de cada país (al parecer, lo que es irracional en uno puede resultar racional en otro) y para ello en cada país se crea un Grupo Técnico Nacional. En el caso de Uruguay este Grupo Técnico, congruente con la mezcolanza que practica RTRS, estuvo integrado por representantes del RENARE, Agronoegicios del Plata (ADP), Cargill, ALUR, AUSID, FUCREA, Erro, Fundación Ecos, Grobo/ADP, LSQA, LATU y Campo Afuera. Nos detendremos en tres de ellos:
RENARE – Es un organismo del Estado responsable de formular la estrategia nacional sobre el uso y manejo sostenible de los recursos naturales renovables y regular su uso. Además, en el MGAP también funcionan la Dirección General de Servicios Agrícolas, cuya responsabilidad es desarrollar y ejecutar las políticas fitosanitarias y de calidad vegetal, así como de calidad e inocuidad de los alimentos vegetales; la División de Protección Agrícola, siendo sus funciones principales proponer, desarrollar, coordinar y dar seguimiento a las acciones referidas a vigilancia y mejora fitosanitaria y la certificación para la exportación; la División Protección de Alimentos Vegetales, con los objetivos de defensa de la buena fe y economía del productor, garantía contra la competencia desleal al industrial e importador honesto, preservar la salud animal y humana, desarrollar coordinar y dar seguimiento a los sistemas de control de calidad de alimentos vegetales, elaborar normas técnicas de alimentos vegetales (cuenta con un laboratorio analítico) y el Sistema Nacional de Certificación de la Producción Orgánica.
¿Qué hace entonces un organismo como el RENARE participando en una iniciativa de dudosa finalidad y efectividad? ¿No piensan las autoridades del MGAP que sus funcionarios, en lugar de estar ocupados en cabildeos destinados a beneficiar a grandes capitalistas, deberían estarlo en cumplir con lo que la ley les mandata y para lo cual perciben un salario?
Quien como la RTRS se denomina “responsable”, no ignora que responsable es el obligado a responder de algo o por alguien, de manera que lo que realmente procura es la responsabilidad ante sí misma. Un productor que no cumpla con los criterios de la RTRS tendrá como única sanción perder su certificación, medida mucho más benigna que cuando no se cumple una ley. Además, aquel productor que no desee seguir siendo certificado podrá, sin ningún impedimento, salir del sistema y utilizar métodos y prácticas que el mismo no le permitía, algo muy distinto a las consecuencias que conlleva el desconocer una ley.
En consecuencia, el objetivo no confesado de la RTRS y su certificación, es eliminar al Estado en cualquier control sobre la producción de soja, sustituyéndolo por un dudoso e inocuo autocontrol. Lo increíble es que organismos del propio Estado se presten a este juego.
ALUR – Produce etanol y el llamado biodiesel, utilizando como materias primas caña de azúcar, maíz y sorgo dulce. Si la soja no figura entre sus insumos, ¿qué hace ALUR integrando el Grupo Técnico? ¿Acaso ALUR piensa que la RTRS sirve tanto para un fregado como para un barrido y terminará certificando sus agrocombustibles?
Fundación Ecos – Esta ONG tiene su sede en Uruguay, en las cercanías de Punta del Este en el departamento de Maldonado, donde el cultivo de soja es marginal. Es la sede local de una organización internacional, fundada en 1994. Su objetivo es “convertir en acción los principios del desarrollo sustentable” y sus beneficiarios “los decisores de la comunidad: empresarios, sindicalistas, profesores y funcionarios, entre otros. Su presupuesto anual es de 150.000 a 200.000 dólares provenientes de la ONG World Wildlife Fund (WWF). Esta controvertida ONG (certifica desde palma aceitera a productos pesqueros y está solicitando créditos de carbono para la soja RR de Monsanto certificada por RTRS) integra la RTRS.
¡Linda familia la certificadora!

Notas: (1) Pese a nuestros esfuerzos, no hemos podido identificarla.
(2) Soja responsible RTRS, El valor de la certificación, El País, Montevideo, 25.1.12 http://www.elpais.com.uy/suplemento/agropecuario/el-valor-de-la-certificacion/agrope_620560_120125.html”

*- FUENTE: www.rapaluruguay.org

martes, 19 de abril de 2011

Los mosquitos se pasean por las ciudades y el peligro no es el dengue

7 de abril  - Día Mundial de la Salud

 Desde hace 61 años que se celebra el 7de abril como Día Mundial de la Salud. Este día brinda una oportunidad para centrar la atención en importantes cuestiones de salud pública que afectan a toda la comunidad.
Desde hace años el Ministerio de Salud Pública viene llevando a cabo una campaña para controlar al mosquito Aedes aegypti, transmisor del virus que provoca una peligrosa enfermedad llamada dengue. Hasta ahora, todos los casos de pacientes con esta enfermedad han llegado a Uruguay contagiados en otros países y afortunadamente no se han constatado muertes en nuestro país transmitidas por este mosquito.
Sin embargo en muchos pueblos del interior hay otro tipo de “mosquitos”, tanto o más peligrosos que el Aedes aegypti. Nos referimos a las maquinarias aplicadoras de agrotóxicos, denominadas popularmente como “mosquitos” por tener unos “brazos” muy largos, como los del insecto, que les permite expandirse a varios metros por ambos costados. Estas máquinas son utilizadas básicamente para aplicar agrotóxicos en los cultivos de soja transgénica, que año a año se expande a pasos agigantados, superando esta última zafra el millón de hectáreas sembradas.
Los “mosquitos” se han convertido en parte del paisaje de las zonas cultivadas con soja transgénica y ya no son solo una herramienta utilizada en este cultivo, sino que han pasado a ser otro “vehículo” que se desplaza por las zonas rurales y urbanas del interior.
Tal es así que en plena ciudad de Durazno, a apenas 10 cuadras de la plaza principal, se encuentra un depósito en medio de un barrio densamente poblado, donde cada mañana salen de un galpón un par de “mosquitos” que hacen su recorrido por el barrio hasta llegar a los cultivos, para regresar por la tarde a ser nuevamente alojados en el galpón.
Demás está decir que a su regreso estos “mosquitos” traen consigo residuos de los agrotóxicos que han sido utilizados en las aplicaciones. A su entrada al galpón son rigurosamente lavados y el agua contaminada con agrotóxicos escurre por calles donde los niños juegan en las veredas. Es decir, que la contaminación no solo es esparcida mientras los mosquitos circulan por las calles de la ciudad, sino que además es difundida con el agua que corre por las calles, contaminando todo lo que esté a su paso.
Este caso concreto denunciado en Durazno no es una excepción, sino que la circulación de “mosquitos” se ha convertido en un hecho común en ciudades y pueblos del interior en zonas cercanas a los monocultivos de soja. Sin embargo, no por ser un hecho “común” esto deja de ser gravísimo.
Es claro que la circulación, el lavado y el depósito de los “mosquitos” en zonas pobladas atentan contra la salud de su población, situación que puede convertirse en un problema de salud pública si no se toman medidas para prohibir la circulación de estas maquinarias en zonas urbanas y pobladas.
En este día en que se conmemora el Día Mundial de la Salud aprovechamos la oportunidad para llamar la atención sobre uno de los tantos impactos que está causando este modelo de producción agrícola a gran escala, como lo es la circulación de “mosquitos” en zonas urbanas y pobladas y hacer un llamado a las autoridades correspondientes a tomar medidas sobre esta problemática.
RAPAL Uruguay
7 de abril 2011

sábado, 5 de febrero de 2011

Lectura recomendada

Palabras hechos y papel de Delia Villalba

“ Hay personas que nacen y viven, sencillamente, en el lugar donde debieron estar.Sus cualidades y capacidades les permiten interpretar su tiempo y su gente antes de que a su alrededor se comprenda claramente lo que esta pasando”.
                                       Fragmento sobre Delia Villalba del historiador Gonzalo Abella

viernes, 31 de diciembre de 2010

Agroecología, Soberanía Alimentaria y Territorial (l). Muchas preguntas y pocas

Ing. Agr Fernando Queirós Armand Ugón

La globalización capitalista amenaza con poner fin a la agricultura familiar, vital para el cuidado del territorio y la alimentación de las comunidades. Ya aniquiló el comercio de proximidad, dañando gravemente las economías locales, deslocalizó la producción de alimentos y promovió una agricultura y una ganadería industriales, intensivas, con base en el uso de agrotóxicos, semillas transgénicas, fertilizantes químicos y productos veterinarios. Este es el modelo de agricultura y de alimentación global actual; las personas y el medio ambiente hemos quedado en un segundo plano.


Nuestro planeta se encuentra inmerso en una profunda transformación, siendo el signo más evidente el Cambio Climático Global. Este proceso se da a partir de la Revolución Industrial que se intensifica en la segunda mitad del siglo XX, unido al modelo de producción expoliador de los bienes comunes naturales, asociado al modelo de consumo insostenible y depredador. Su único objetivo fue y será incrementar las ganancias de las corporaciones y sus socios en todo el mundo.
Estas políticas neoliberales han tenido una dimensión global y generalizaron un modelo de agricultura y de alimentación, tanto en el Sur como en el Norte, al servicio de los intereses del capital. La función primordial de los alimentos -nutrir a las personas- quedó supeditado a los objetivos económicos de unas pocas empresas multinacionales que monopolizan la cadena de producción de los alimentos, desde las semillas hasta la gran superficie, y han sido ellas las más beneficiadas con la situación de crisis.

Agronegocios: impactos de su hegemonía

El modelo de desarrollo agrícola con base en grandes extensiones de monocultivos agrícolas y forestales intensificó la concentración y extranjerización de la tierra, con la consecuente desaparición de los pequeños productores, cercándolos y reduciéndolos a una mínima existencia.
Es un modelo de agricultura sin agricultores, con base en el gran capital transnacional, en la maquinización aún más intensiva que durante la Revolución Verde, el uso masivo de agrotóxicos, de fertilizantes, un modelo que desplaza y contamina al productor y lo deja sin otra alternativa que abandonar su campo.

El desarrollo técnico-científico, disociado de la conciencia ecológica, facilitó el saqueo de los recursos naturales en una escala sin precedentes.
El uso masivo de los agrotóxicos ocurre en todo el país, y esto se debe a los grandes monocultivos tanto forestales como agrícolas (transgénicos y convencionales). Sin embargo, pareciera que esta práctica se ha aceptado como modelo de país, sin hacer una evaluación de los impactos económicos, sociales y ambientales que está significando para el conjunto de la población.

Este flujo alimentario se basa en un modelo rural y productivo de alimentos englobado bajo el rótulo de “monocultivos de exportación”, y es el principal responsable de flagelos como la deforestación, la contaminación de ecosistemas, la destrucción de biodiversidad, pobreza, subnutrición, migración campo-ciudad, destrucción de la agricultura familiar.
Los monocultivos de exportación son selectivos tanto en relación con quien produce esos alimentos, como con quien se queda con el beneficio monetario. Por ejemplo, el crecimiento de la soja ha sido exponencial, pasando de 8 mil hectáreas en 1998 a 700 mil hectáreas en la actualidad, y a medida que el área cultivada aumenta se incrementan en igual medida los impactos ambientales y sociales que el cultivo provoca.
Cabe destacar que según un trabajo de los docentes del Departamento de Ciencias Sociales de la Facultad de Agronomía, Pedro Arbeletche y Carolina Carballo, en los últimos años el 47 por ciento de los productores familiares agrícola-lecheros abandonó la agricultura debido al avance sojero. Durante 2007, 150.000 hectáreas dejaron de producir para la lechería, cambiando el destino para la soja (DIEA, 2008).

En la zafra 2007-2008 seis empresas, la mayoría extranjeras o relacionadas a capital extranjero, plantaron aproximadamente un 25 a 30 por ciento del área agrícola nacional.
El 92 por ciento del área cultivada con soja continua es arrendado o bajo medianería. En estos casos, los empresarios no tienen ningún compromiso de conservar nuestros recursos naturales. Este modelo de producción se desarrolla hasta agotar el recurso suelo, para luego irse a otra tierra.
En relación con la generación de empleo, la lechería y las unidades de producción familiar ocupan 23 personas cada mil hectáreas, en tanto que la soja apenas supera dos empleos para la misma superficie. Esto se explica por la abundante utilización de agrotóxicos y la total mecanización del cultivo. Sólo la forestación crea menos empleo que la soja.
En el caso del maíz, cultivo estival, para la zafra 2009–2010, se estima que se sembrarán alrededor de 100 mil hectáreas de maíz transgénico, lo que representa alrededor del 90 por ciento del área que se plantará con ese cultivo.
Esta situación abre varias interrogantes: ¿qué pasa con los cuidadores de semillas de maíz tradicional? ¿Qué pasa con los productores orgánicos que guardan su propia semilla? ¿Qué sucede con los productores que no siendo orgánicos, reproducen sus variedades de maíz? ¿Y con nuestra salud? ¿Y qué ocurre con el consumo de la toxina Bt que poseen dichos maíces transgénicos?
En el caso del maíz, el Uruguay transita por el mismo camino que ya recorrió con el cultivo de soja: en la actualidad, toda la semilla de soja comercializada y sembrada es transgénica

No hay peor sordo…

Un estudio del Comité de Investigación e Información Independiente sobre Ingeniería Genética (CRIIGEN, con base en Caen), recientemente publicado en la revista International Journal of Biological Sciences, demuestra la toxicidad de tres semillas genéticamente modificadas de maíz de Monsanto.
“Hemos demostrado por primera vez en el mundo que los transgénicos no son saludables, ni lo suficientemente correctos para ser comercializados (...) Cada vez que se consume cualquiera de los tres maíces transgénicos (MON810, MON863 y NK603), los riñones y el hígado, que son los principales órganos que reaccionan ante una intoxicación química, tienen problemas”, dijo Gilles-Eric Séralini, experto miembro de la Comisión para la Revalorización de la Biotecnología, establecida en 2008 por la Unión Europea (UE).
Tras un período de dos años de moratoria en el que Uruguay puso una pausa no sólo a la autorización general sino al testeo de nuevos organismos genéticamente modificados, ahora se autorizó a realizar ensayos de cinco nuevas variedades de maíz transgénico.
Estas presentan modificaciones que le otorgan resistencia a insectos y a herbicidas. Si se habilitan por parte del Instituto Nacional de Semillas (INASE), estarán disponibles en la campaña agrícola 2011-2012. ¿Podrán las comisiones evaluadoras de estos materiales transgénicos recabar y calibrar información independiente? ¿El camino, es más transgénicos y contaminación para este “Uruguay Natural”? ¿Natural?
Y surgen aún otras preguntas más abarcadoras: ¿qué sociedad queremos? ¿Qué ciencia queremos? ¿Cómo se deben definir las líneas de investigación a desarrollar? ¿Cómo puede aportar la ciencia un cambio hacia una sociedad más justa, igualitaria y libre?
Desde julio de 2007 a agosto de 2008 los apicultores uruguayos han perdido 81.000 colmenas -16 por ciento del total-, pasando de 514.000 a 433.000. Entre las causas se encuentran: aumento en los costos de producción, aplicación de agrotóxicos, expulsión de los apicultores de los campos, pérdida de las fuentes de alimento para las abejas, factores climáticos. Esta desaparición, significó la pérdida parcial o total de los ingresos de más de mil familias.
Cifras publicadas recientemente por el Ministerio de Ganadería Agricultura y Pesca (MGAP) muestran que el aumento de las importaciones de herbicidas, insecticidas, funguicidas, hormiguicidas y otros, ha sido de 273 por ciento, considerando el período 2000–2008.

En el año 2000 entraron al país 6.778 toneladas de agrotóxicos y en 2008 ingresaron 18.524 toneladas; todas fueron aplicadas a varios cultivos, liderados por la soja transgénica.
Aparte de combatir plagas, enfermedades y “yuyos”, estas toneladas de venenos quedaron esparcidas en nuestro ecosistema: ríos, cañadas, suelos, humedales, también sobre los trabajadores rurales, las poblaciones aledañas a los cultivos y sobre nuestros alimentos: arroz, trigo, maíz, leche, carne, frutas y verduras... ¡Muy saludable!
En 2007 Uruguay también importó 75.000 kilos de Bromuro de Metilo, manteniendo guarismos similares en los de 2008 y 2009. Este biocida es un esterilizante y desinfectante de suelo, extremadamente tóxico y dañino para los seres vivos en su totalidad, además de estar prohibido en varios países del mundo (Protocolo de Montreal). Es además causante de la destrucción de la capa de ozono.
Uruguay se había comprometido a eliminar totalmente el consumo de Bromuro de Metilo para 2005. ¿Más tóxicos para el ambiente y la salud? ¿Hasta cuándo? ¿Y el Uruguay Natural qué…?
Mucha gente no sabe que la opción metodológica de incrementar la producción a través de variedades de cultivos de alto rendimiento -semillas “mejoradas” o híbridos- conlleva la disminución en el contenido de nutrientes, vitaminas y proteínas de los alimentos producidos.
Se produce más, pero se alimenta menos.